Basada en una novela de Dennis Lehane ("Mystic River"), la historia nos sitúa en una isla perdida en la que se haya una prisión psiquiátrica que alberga a los peores psicópatas, en teoría para tratarles y ayudarles. Pero cuando dos agentes federales llegan allí para investigar la desaparición de una de las reclusas, enseguida comienzan a sospechar que allí nada es lo que parece y que hay terribles secretos ocultos. A la vez, uno de ellos, Teddy Daniels, tendrá que enfrentarse a sus propios miedos y traumas para lograr averiguar que está pasando en la isla. No quiero contar mucho más porque cuando menos se sepa de la película cuando se vea, mejor. Es magistral la manera que tiene de enlazar todos los detalles y los datos que te va dando a través de su extenso metraje sin despistar ni hacer que el espectador se pierda, sin dejar al final cabos sueltos y haciendo que todo encaje a la perfección.
Tengo que decir que yo soy seguidora del Martin Scorsese más actual, y que poco se de su época, podríamos decir, "pre-Leonardo DiCaprio", una laguna que intentaré llenar pronto, porque, con lo poco que he visto, ya se sin dudar que es uno de los mejores directores americanos de la historia. Y probablemente esta sea su mejor película de los últimos años, sin menospreciar a las magníficas "Gangs of New York" e "Infiltrados"; pero, a pesar de ser grandes películas, ambas se caracterizan por mostrarnos la brutalidad y el lado oscuro del ser humano desde la violencia más cruda, que no es un defecto, pero me gusta más como en "Shutter Island" esto está resuelto de una manera mucho más psicológica, pareciéndome más madura y reflexiva, más interesada en sugerir que en mostrar. Esto se ve muy bien en las escenas de las pesadillas del protagonista, que son efectivamente eso, pesadillas realistas como ha podido tener cualquiera, con sucesiones de imágenes y personajes que parecen no tener sentido pero que en el fondo tienen una razón de ser; estas escenas pueden parece quizás algo excesivas, tal vez por su dificultad de trasladarlas a la gran pantalla, pero no se puede negar la abilidad de Scorsese como realizador a la hora de hacerlo.
En el terreno interpretativo, el nuevo actor fetiche de Scorsese, Leonardo DiCaprio, es el dueño y señor, y consigue él solo hacer sombra a todos los demás. Da igual que salgan los siempre magníficos Ben Kingsley o Patricia Clarkson, el eficaz (cuando se le dirige bien) Marc Ruffalo, o dos de las actrices más en alza y con más futuro de los últimos años, la estadounidense Michelle Williams y la inglesa Emily Mortimer, fantásticas ambas, al final es siempre el señor DiCaprio (sí, porque ya es un señor de 35 años aunque siga sin parecerlo) el que logra acaparar toda la atención con una de las mejores actuaciones que he visto en los últimos tiempos. Creo que ha estas alturas ya ha quedado claro que esta actor dejó atrás hace mucho su encasillamiento de adolescente eterno y poco a poco, se ha ido convirtiendo en uno de los mejores actores de su generación, si no el mejor. Gran "culpa" de esto la tuvieron sus resdescubridores tras su época "post-Titanic": Steven Spielberg ("Atrápame si puedes"), y por supuesto Scorsese, con el que trabajó por primera vez en "Gangs of New York", película en la que su estupenda actuación quedó ensombrecida por un inmenso Daniel Day-Lewis, así que dos años después Scorsese volvió a recurrir a él, y le dio, esta vez sí, uno de los grandes papeles de su carrera, el de Howard Hughes en "El aviador". Nominación al Oscar y reconocimiento unánime. La tercera colaboración del tándem fue en "Infiltrados", otra vez con resultados fantásticos, aunque finalmente la nominación fue por su otra gran actuación de ese año en "Diamante de sangre". Y por fin, en esta película vemos su cuarto trabajo juntos, tal vez el mejor, en el que DiCaprio se mete en cuerpo y alma en el personaje, con el consistente desgaste emocional que suponemos que debió sufrir, algo que se refleja en su rostro todo el metraje. Está absolutamente soberbio y espero que el año que viene este como mínimo nominado, aunque yo tengo la esperanza de que muy muy pronto, le veamos con una estatuilla en la mano, que ya se lo va mereciendo. No me extrañaría que se acabe convirtiendo en el nuevo Robert de Niro, y si no, al tiempo.
Técnicamente, el montaje y la fotografía es uno de los elementos que más me ha impresionado, con una clara inspiración de la pintura cubista, tan difícil de adaptar al cine pero que aquí se hace con éxito. Destacan los cielos nublados, interiores iluminados con chimeneas y destello potentes de luces, como de los faros de los coches. Magnífica la escena en pabellón C con las cerillas apagándose y encendiéndose. Dentro de este mismo pabellón C, destacar los decorados, también cuidadísimos en todos los sentidos, pero especialmente en este edificio, con unos entramados de escaleras que serían la envidia de Escher; también destaca la claustrofóbica escalera de caracol del faro. A ese ambiente agobiante de aislamiento en una isla contribuye la música, que no es original, sino una serie de piezas sinfónicas modernas, caracterizadas por las fuertes disonancias, que es lo que concuerda bien con el argumento y con la mente enferma de los que se encuentran en la isla. La verdad es que hay veces que sólo con el rostro de DiCaprio nos valdría para introducirnos en la tensión de la película, pero si además le añadimos todos los demás elementos, el resultado es soberbio.
Como he leído en una crítica de Rolling Stone: "Nadie que viva y respire cine debería siquiera ni soñar con perdérsela". Pues eso, poco más que añadir. Si te gusta el cine, tienes que verla. Si encanta el cine, o te dedicas al mismo, es una obligación. Porque es una lección de todo lo que debe estar bien hecho en una película. Y al final te dan ganas de levantarte del asiento y aplaudir. Y es que poco más se puede hacer que quitarse el sombrero y hacer una reverencia ante los maestros Scorsese y DiCaprio. Películas como esta me hacen reconciliarme con el cine americano. Y eso siempre es una alegría.